Con CLAUDE P. en GIJÓN

   Nervios, siempre ese estado de alerta, pasan los años pero esa sensación sobre lo inesperado sigue atenazándome. Aunque algunas técnicas se repitan siempre tienen ese punto de novedad, que nos saca de la rutina y nos retrotrae al comienzo, a cuando estábamos seguros de lo poco que sabíamos. Es a la vez una sensación rechazada y buscada. Lo rechaza la parte escéptica de la mente, pero intuitivamente sabemos que es lo que esperamos encontrar, de otro modo quizás nos sintiéramos defraudados. Al igual que un niño pequeño cuando se encuentra ensimismado contemplando con deleite un truco de magia. No lo razona, ni analiza, solamente se deja llevar... y disfruta. La alegoría no es consistente con la forma que personalmente tengo de comprender el aikido, que es de repetir e interiorizar, de pruebas y errores, de mucho cambiar, de no dejarse engañar con entelequias banales. Pero en el apartado recreativo del aprendizaje... El listón está cada vez más alto, quizás lo veamos con mayor nitidez, pero cada vez está más alto. Ya no vale solo con dominar la técnica, sino que ya hay que estar en ella desde antes de la propia técnica. Viéndolo todo, observándolo todo, siendo conscientes de lo que pasa desde el principio hasta el final, y además, controlando todo lo que lo rodea, ¡Ahí es nada!...

   ...Bueno, ya está bien de desvaríos retóricos para rellenar, que con un párrafo de una docena de renglones ya da para insertar las fotos y que queden bien repartidas, que es de lo que se trata ¿no?


   Pero como es de bien nacidos ser agradecidos, desde aquí, nuestra mayor muestra de gratitud, a parte de hacia el maestro Claude, quien da sentido a todo esto, para con Octavio, Roberto, David y Ángel, que solamente por contar con su presencia hacen de éste un curso especial, dándole una fuerza que quizás no nos la merezcamos. Gracias pues, y ojalá que esta experiencia pueda seguir repitiéndose durante mucho mucho tiempo.