CLAUDE P. Y GILBERT M. EN MADRID

 

Cuando uno tiene a la posibilidad de asistir a un curso de Alto Nivel de aikido, durante todo un fin de semana, lo primero que le viene a la cabeza es la del privilegio de poder participar y, lo segundo, la imagen de un dojo, con un grupo de tíos entrenando con potencia durante horas -un grupo a tope de testosterona-. O lo que es lo mismo: A uno le impone mucho respeto el tema... y un poquito de miedo, la verdad.
   Y nada del curso defraudó. Horas de entrenamiento y convivencia, e incluso respuestas a preguntas a las que hacía tiempo, años, me venían rondando por la cabeza y, curiosamente afloraron a la superficie en los debates que tuvimos en el dojo: Por que hacemos lo que hacemos como lo hacemos, ...si al final nos vamos a morir igual, añadiría yo para aumentar la transcendencia. Preguntas respondidas desde la experiencia personal de los allí presentes, que una vez puestas en el conjunto retornan nuevamente enriqueciendo y aportando respuestas individuales.
   Pero claro, tanta filosofía fue sin perder de vista la técnica y la práctica -y en cantidad y calidad-. Afianzando los cimientos, ya sabéis, la inspiración te tiene que pillar entrenando.