Tomás y Roberto, como siempre, como si no hubiese pasado el tiempo. La misma espléndida didáctica sobre la base en la que tenemos que edificar nuestro edificio del aikido; la generosidad y cercanía para compartir sus experiencias en la práctica junto con paciencia reiterativa para corregir los fallos -generales, del conjunto-, hicieron una vez más que el curso nos impregnase de ilusión y esperanza y nos motivase para seguir en la búsqueda, que no es poca cosa, por lo menos para los veteranos, como yo, y en los tiempos que corren.
Y no digo nada sobre la experiencia del viaje, tan importan ante como el destino para entender esa relación grupal que tenemos con el aikido. La experiencia del curso más la experiencia del viaje. La importancia del camino y el destino, de la mano, como forjadores del espíritu y del carácter. No se pueden analizar mucho, hay tantas variantes como personas, sino vivirlas e interiorizarlas individualmente. Darles el valor que se merecen y ser conscientes de lo mucho que nos aportan.
Y como no quisimos molestar a los maestros, que bastante tienen con lo suyo, nos limitamos a sacarnos una foto con Tomás... Bueno, con el Hakama de Tomás S. Shihan, que no es poco ;-) A ver si aunque sea por ósmosis se nos pega algo.