ROBERTO S. Y ÁNGEL L. en CANGAS

   Ya se terminó el curso de Cangas del Narcea, y visto lo visto, el curso se está viniendo arriba, se va asentando dentro del calendario nacional, con un número de participantes que va en aumento y, un tatami que se nos está quedando escaso.



 Creo que puedo afirmar, en nombre de todos los asistentes, que las bases en las que se afianzó este curso, y lo hacen diferentes a otros, se pueden resumir en dos particularidades.
   Por un lado está la calidad de los maestros. Tanto Roberto S. como Ángel L. nos cuidan, con paciencia infinita, en exceso. Pueden tener personalidades distintas, igualmente dispar la forma de transmitirnos la práctica, o las formas (kamae, shisei, kokyu rioku, kihon, etc), pero en ambos se junta un alto nivel de conocimiento con un extenso bagaje acumulado -y que es muy extenso-, que se concreta en la realización de un aikido demasiado fácil a la vista, pero de mucha complejidad en la ejecución. No suele haber más secreto que el de una práctica asidua, entregada y sincera. Las ideas en la práctica estuvieron compenetradas, hilvanadas con continuidad de principio a fin. Los trabajos, expuestos con meticulosidad y coerencia, cuidando en los detalles, nos provocaban las ganas de ponernos a practicar las interpretaciones técnicas propuestas. Todo nos fue empujando a evolucionar durante la duración del curso, Ahora comprendo la importancia del compromiso que adquieren los maestros cuando se comprometen en la dirección de un curso. Ya desde el primer momento comenzaron por derrumbar los cimientos de lo que creíamos sólido -Parafraseando a A. Muñóz Molina-. Nos encontramos inmersos en una sorprendente jovial alegría, al descubrir que cuando se quemada una etapa, se nos abre la puerta a muchas nuevas, de mayor comprensión con lo que hacemos, en la que quizás hay que partir de cero, o casi, pero con la que poder seguir progresando y disfrutando del aprendizaje. Rompemos el enroque de movimientos estereotipados, que ya nos resultan repetitivos y monótonos hasta el aburrimiento mental... y disfrutamos, y disfrutamos... y mucho.


   Y ahora va la la única... "crítica" que me puedo permitirme hacer. Es una pena que seamos tan pocos los foráneos que hasta allí nos trasladamos, teniendo en cuenta el gran plantel que teníamos delante de maestros y altos grados, venidos de fuera de nuestra región, con los que poder practicar. Fue este un de esos cursos en los que te acuerdas y echas de menos a compañeros que no pudieron asistir, y te da lástima, porque sabes que habrían disfrutado tanto o más que uno mismo -que ya es decir-. Pero comprendo que cada uno tiene sus circunstancias -parafraseando ahora a Ortega y Gasset, (me dan miedo las nuevas leyes de derechos de autor ;-) y muchas veces estas mandan, pero no mandando, sólo por dejarnos arrastrar en la pereza, no debería ocurrir jamás. Es parte del entrenamiento, de la práctica, de la enseñanza adquirida. Tenemos que vigilarnos muy de cerca en este aspecto. Podemos reflexionar sobre un punto que comentaron los jefes durante los discursos de cierre del curso: Durante este fin de semana largo (cuatro días), para la mayoría, representó el equivalente a un mes de entrenamiento. ¡Cómo no va a cambiar, al termino, nuestra percepción sobre el aikido! Motivo para encontrarnos cansados al finalizarlo, pero también para la reflexión sobre la implicación, y la importancia de este tipo de encuentros.


  Me falta la segunda particularidad que hace de este curso algo entrañable, que no se me olvidaba. Jose es culpable, junto con Olvido, cuidando hasta el último detalle para que los que allí nos reunimos solamente tuviéramos que preocuparnos de entrenar. Detalles que se ven, como toda la organización, intendencia y actividades paralelas; como las que no se ven, pero necesarias y que allí estaban, como la limpieza imperante y la disponivilidad para que nadie se encontrase perdido en ningún momento. Gracias por cuidar todos los detalles. Enhorabuena por el trabajo y gracias, una vez más, por el esfuerzo.

P.D.: Por mi parte sólo mentalizaros, casi como una advertencia, prepararos a disfrutar, pues vamos tener que volver a aprender, a caer, desde el principio, pero será para bien. ¡Queda dicho!