ROBERTO EN SANTANDER

   Roberto nos ¿volvió? a sorprender con un nuevo planteamiento. Con un trabajo que en él se llega a percibir incluso antes de la técnica. La actitud como motor... ¡ahí es nada! Estas experiencias hay que disfrutarlas, de nada vale narrar, enumerar, desglosar, bien o mal, el trabajo realizado en el tatami. Es una experiencia completa, de todos los sentidos, y hay que vivirlas para poder apreciarlas.

   Dicho lo cual -y así ya, queda abierta la entrada, para que los numerosos AikiAstures que asistieron, puedan completarla con su aportación-, me permito la licencia de ofreceros una pequeña reflexión, muy personal, para recordaros algo que me rondaba por la cabeza. Y es que, este encuentro era un memorial, un marco para recordar la figura de Emílio García. 
   Quizás muchos no lo llegasteis a conocer, no quiero con esto decir que yo si, que dirían entonces sus alumnos, amigos o familia... pero si tuve la fortuna, durante unos pocos años, de disfrutar, creo, de su amistad. Lo malo es que por aquellos tiempos yo estaba comenzando en esto del aikido y no sabía apreciar lo que me estaban mostrando. Y a tenido que ser pasado un tiempo, el tiempo de las añoranzas, cando uno de va empezando a dar cuenta de las cosas, tarde ya para poder agradecerlas. Porque Emilio te hacia sentirte bien, especial, era muy entrañable en el trato personal, te hacia protagonista de las cosas que él hacía. Por lo menos es así como yo lo recuerdo. Ráramente enfadado, y aún en la crítica, con una sonrisa franca que desarmaba cualquier hostilidad. Así lo recuerdo y así quiero recordarlo. Siendo el primero en ponerse en movimiento, en aportar -incluso dinero en sus propios cursos, os lo aseguro-, en buscar soluciones y tirar para adelante... en cumplir con lo que se podría esperar y más.
    Por eso hubo una cosa que me entristeció un poco. Supongo que Emilio le habría quitado importancia a esas cosas. Pero me pareció que eramos muy pocos los allí presentes, con respecto a los muchos esfuerzos repartidos por Emilio para con nosotros, para apoyarnos cuando eramos cuatro gatos, y no teníamos la visión de futuro que yo quiero creer que sólo él era capaz de tener en aquellos momentos.
   No quiero que suene esto como una queja o una reprimenda, nada más lejos de mi intención, menuda desfachatez sería la mía, yo soy el primero que no asiste a todos los cursos a los que podría y, ni siquiera asistí a la clase del domingo. Los motivos pueden llegar a ser universales: familia, trabajo, cansancio, preocupaciones, crisis, etc, es quizás una cuestión de sinceridad en lo personal, o como una vez me dijo "Hay veces que se puede y, otras que no se puede"... Simplemente fue una sensación que experimenté..., desde la contradicción.

   Pero el tiempo que estuvimos lo disfrutamos. Con el buen hacer de Roberto, con los compañeros hasta allí llegados, con los que sí tienen el orgullo de poder afirmarse como sus alumnos, fieles a la enseñanza vital de quien en su día les supo guiar y hacer ser tan entrañables, y como no, del poder seguir entrenando con gente de la calidad humana como la que tienen sus hijos. Todo un honor. 
Sin olvidarme, claro está, de mis compañeros de viajes, a la par que amigos, siempre dispuestos; de los buenos y no tan buenos momentos vividos, de las charlas y las risas, de los zumos y las galletas, pasando por los osobucos...