ROBERTO EN FERROL

¡Ka mate! ¡Ka mate! ¡Ka ora! ¡Ka ora!... ¡Muero! ¡Muero ¡Vivo! ¡Vivo!... Tras la ceremonia de los cánticos a Hermes, zarpamos enfundados de la gloria venidera. Eos nos brindó un amanecer despejado y los ánimos se encendían con el vibrante flamear de Helios, mientras dejábamos atrás la seguridad de nuestras tierras en pos de los fabulosos tesoros, que escondidos allí donde se dice que termina la tierra nos aguardan y, donde sólo unos pocos valientes son señalados por los dioses para permitirles llegar.

¿Y que decir del curso?... ¿Distinto?... ¿Distinto como todos? Roberto inmenso -como siempre-, parece que está por encima de la técnica y, sólo se preocupa de potenciar las cualidades  "colaterales" de esta: fluidez, percepción, presencia, actitud, control... comprensión. ¡Juega en otra liga!
También me gustaría aprovechar este púlpito para resaltar a ese cada vez más creciente grupo, que con admirable tesón y fraternidad forman los compañeros gallegos, la envidia que nos provocan. Y de fraternidad, fuerza y buen hacer que son capaces, todos, de desplegar. Gracias por tanta amabilidad.




Pero ya en el postrero regreso, los dioses, también envidiosos, nos mandaron a Orión, que en su veloz carro, acompañado de sus dos fieles canes, llenaron de horror los cielos e hicieron que se  escondiesen las estrellas, ocultándonos el camino y cegándonos la razón. Hasta que faltos ya de esperanza alguna y viéndonos desesperados, despertamos la compasión de Artemisa, que traicionando los deseos de Zeus para con nosotros, transformó a Fénice para que con solo un pequeño punto en la negrura del firmamento, fuéramos capaces de guiar nuestro destino... ¡El Sol Brilla!... ¡Whiti te ra!


¿Qué ye, ho?, ¿Qué, no fue así como pasó?... vosotros diréis.

                     Tista